Año nuevo, vida nueva.
Año viejo, historia pasada.
Al comienzo de cada etapa, es tradicionalmente histórico, el repetirse en buenos augurios protocolarios. Y digo así, porque el mundo sería diferente, si cada uno de nosotros "practicara un gramo de ese espíritu" en pro de "un mundo mejor".
Una "guelina" desdentada, moño blanco y delantar a cuadros comentaba sentada en el quiciu el portal:
- Los mis tiempos, non jueren meyores que estos pa eso del tener dabondo; pero si que daquella lléramos mas consideraos en compartir penes y allegríes col vecindariu y la parentela. Si me quitaren años "nun tengo claro que los quisiere" pues !pa ver lo que se vé¡.
-¡Calle guela! ¿Cómo diz eso? ¿Ya quier morrer?.
- Entoavía non mi fillu, entoavía non, aunque quediere poder facer algo por mexorar esti mundo.
- Pues piénselo gueli, que lo mismo dá con ello.
- Hoy mio neñu, tos nacéis bien aprendíos y llenos cachivaches: que si ordenador, telefón, coche, pantalones rotos que tan de moda....y que pagaís per ellos. ¡Santu cielo, con lo que yo remendé. Dexié la mitá la vista a la lluz de la lumbre y mira pa qué.
-¡Guela ....guela...¡ ¿paezte poco?: pa dejámelo a mí, el tu nietu del alma.
-Tienes razón ¡so bribón¡ pa quién si no lo quiero yo.
Y es que la familia, aunque mucho se hable de que está en crisis, hay que conservarla, mimarla y apostar por sus tradicciones, de las que siempre cabe una enseñanza de filosofía de a pié, tan real como la vida misma.
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